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Cómo convertir tus debilidades en fortalezas

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Convertir nuestras debilidades en fortalezas es, sin duda, uno de los mayores desafíos al que nos tendremos que enfrentar para tomar acción y crecer día a día como profesionales.

 

Pero seamos honestos, a ninguno de nosotros nos gusta que nos digan en qué fallamos. Y menos nos gusta aceptarlo…

 

¿Qué me pasaba a mí en particular?

 

Trataba mis debilidades como si fueran una parte oscura de mi personalidad que debía esconder y encerrar bajo siete llaves. Y por favor, ¡qué nadie las viera!

 

Ese fue un gran error.

 

Todo cambió cuando entendí que las debilidades son la materia prima para el cambio y que, junto a las fortalezas, forman la unidad que potencian el crecimiento de nuestra personalidad.

 

Por eso hoy quiero contarte los pasos para que tú también puedas transformar tus debilidades en fortalezas:

 

IDENTIFICACIÓN

 

Identifica qué conductas y habilidades representan un punto débil. Presta atención al entorno, al momento y a la situación, pero también presta atención a las emociones que suceden en tu interior ante esas situaciones: nervios, ansiedad, miedo.

 

ACEPTACIÓN

 

El siguiente paso es que aceptes que esas debilidades son parte de ti. Si te lo propones podrás transformarlas, pero hoy debes aceptarte y quererte de esa forma. Si no pasas por esta etapa de aceptación cualquier posibilidad de cambio o desarrollo queda extinguida.

 

Simular que no las tienes te generará mucha presión, estrés y eventualmente, te frustrarás mucho.

 

PRÁCTICA

 

Ya te has dado cuenta que hay algo en ti que deberías cambiar.

 

Bien, busca la mejor manera de practicar para modificar eso: ensaya, toma cursos, busca ayuda y replicálos por tu cuenta. Por ejemplo: si te cuesta hablar con tu jefe, siéntate y practica diferentes formas de acercarte, diferentes palabras, diferentes estrategias. Hazlo una y otra vez.

 

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DESAFÍO

 

Una vez que ya hayas practicado lo suficiente, ponte a prueba. Busca una situación en la que puedas probar todo lo que has aprendido. Si volvemos al caso de hablar con tu jefe, búscalo para hablar de algo que no te genere mucha presión y utilízalo como una práctica. Observa el resultado y haz los ajustes necesarios para ir encontrando la forma perfecta para relacionarte con él.

 

No te olvides de tus fortalezas

 

Suele pasar que de tanto enfocarte en lo que falta, olvidas valorar lo que ya tienes. Y ese es otro gran error que también cometemos.

 

Estamos donde estamos porque hay algo que hacemos bien y no es difícil darnos cuenta de qué se trata si prestamos un poco de atención a nuestro contexto.

 

Allí descubriremos que nuestras acciones, nuestra forma de ver las cosas y nuestro trato aporta valor y ayuda a los demás.

 

Identifica y conoce tus fortalezas para saber cómo y cuándo usarlas para que causen el efecto deseado. Busca y propicia, en su justa medida, momentos para utilizarlas y observa como impactan en otros y en ti.

 

Fortalezas y debilidades son dos caras de una misma moneda. Naturalmente nuestra mente nos llevará a pensar en lo que siempre hacemos mal y no en lo que hacemos bien.

 

Potenciar ambas caras es nuestra responsabilidad para mejorar en lo que fallamos y para ser cada vez mejores en lo que ya somos buenos.

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